lunes, 2 de febrero de 2009


Crítica de CAMINO

CRUZADA MÁGICA por Videns

Cuando uno se aproxima a la película Camino de Javier Fesser (El Milagro de P. Tinto, La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón, Binta y la gran idea parte de En el mundo a cada rato ) inicia un viaje litúrgico hacia la muerte de la mano del Opus Dei y hacia la vida junto a su protagonista que profesa una fe en el amor más allá de cualquier creencia. Esta bipolaridad se instala en todos los pilares narrativos de la película, de ahí que no deje indiferente a nadie, incluso al más escéptico no sólo por el discurso de su director –y guionista- sino también por la forma (la sobriedad frente a lo surreal y, en ocasiones, lo caricaturesco).


Javier Fesser firma así un filme testimonial a través de las experiencias de personas que viven o han vivido bajo el yugo de esa organización religiosa que aceptan la desgracia como señal de amor de Dios y ofrece su dolor. Parte para ello de una historia real, la enfermedad y beatificación de Alexia González-Barros, una joven procedente de una familia perteneciente al Opus Dei. Y es precisamente por esto último por lo que resulta un relato atroz, conmovedor capaz de despertar respuestas tan contrarias entre el público desde su presentación en el Festival de Cine de San Sebastián.


La estructura dramática consigue una progresión emocional contundente instalada en la más pura sensibilidad distinguiéndose dos planos claramente diferenciados: por un lado, el mundo según Camino- Nerea Camacho- con un paralelismo constante entre el cuento de la Cenicienta, la representación teatral y su primer amor- recurso que resulta reiterado y minuciosamente estudiado (tramo final de la película)-, y por otro lado, las secuencias del hospital, de la casa de los numerarios que se inician en la Obra, los sacerdotes y las experiencias que atañen a la Madre- Carmen Elías-, que alcanza su clímax dramático y terrorífico cuando afirma “yo le doy a Dios gracias todos los dias por la enfermedad de mi hija”. Y en medio de estos dos mundos, vive de una manera atormentada el padre de Camino- Mariano Venancio- que contempla lo que le rodea con impotencia.


Caso aparte merece destacar los diálogos de las niñas que rebosan realismo, son ágiles y divertidos despertando esa sonrisa de inflexión tan necesaria en el desarrollo de la película.En definitiva, Camino resulta eficaz por su calidad narrativa, por el conjunto de actores y actrices que componen el reparto resaltando el descubrimiento de Nerea Camacho, por su puesta en escena tanto en el plano onírico –ensoñaciones y pesadillas de la niña, exceptuando ese Ángel de la Guarda que parece un títere exaltado- como real donde se caricaturiza el devenir cotidiano del Opus Dei sin alcanzar eso sí un fuerte posicionamiento. Estamos pues ante una Cruzada Mágica que merece la pena recorrer aunque sea desde la distancia.


Por ello en la celebración de los XXIII Premios Goya el próximo 1 de febrero ha conseguido alzarse con el Goya a la Mejor Película y Dirección (entre otros) frente a unos crímenes fallidos de Oxford, unos marchitos girasoles (muy lejos de la altura poética de su obra literaria) y cuatro barbies histéricas que sólo quieren caminar.